Castigos en el proceso de aprendizaje de los niños

El castigo es en algunos momentos eficaz, pero no siempre lo son sus resultados. Igual que las medicinas, el castigo puede tener efectos secundarios nocivos. A veces el niño aprende lo que usted pretende cuando lo castiga, pero también aprende cosas malas y hasta puede aprender a odiar.

El castigo justo y leve (ninguna otra clase es aceptable) es eficaz para impedir que el niño haga cosas que lo perjudiquen. Siempre que sea posible el castigo debe consistir en que el niño repare el mal que ha hecho: limpiar la leche que derramó, lavar la alfombra que manchó, arreglar lo que rompió o reparar el juguete que descompuso.

Si el niño es capaz de comprender el por qué, todo castigo se le debe explicar. Si el niño es pequeño, se le debe castigar en el momento de la acción y levemente si se trata de corregir su comportamiento. En el caso de los niños mayores el castigo puede darse en un ambiente cordial cuando éste comprende por qué se le castiga. Aún el mismo niño puede decir la clase de castigo que se le debe dar. (Generalmente el niño es más severo consigo mismo de lo que podría ser usted con él).

A la hora de aprender siempre hay lugar y uso para el castigo.

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